TERAPIA PARA ADULTOS

A parte de repasar cómo ha ido la semana y las tareas recomendadas la sesión pasada, aprendemos qué es un caballo, cómo piensa, cómo actúa y sobre todo cómo siente. Los caballos nos pueden enseñar a poner límites, a ser asertivo, a tolerar mejor la frustración cuando las cosas no salen cómo nosotros queríamos, a buscar soluciones creativas o a ser unos buenos líderes. Con ellos establecemos un vínculo de confianza mutua.

Algunos ejemplos de terapia con adultos:

Trastornos psiquiátricos

Los caballos nos enseñan a vivir en el aquí y ahora, no estar pensando constantemente en el pasado ni preocupándonos excesivamente por el futuro. Con ellos aprendemos a reconocer las emociones porque responden a nuestra comunicación no verbal. En estos casos se pone de relieve la importancia de trabajar en coordinación con la familia, médicos y demás terapeutas que tratan a la persona.


Depresión

Una persona que sufre una depresión siente que hay algo en su vida que no funciona, se siente desmotivada y tiene la sensación que va de fracaso en fracaso y no tiene energía para afrontar el día a día. Pero pueden encontrar en la relación con los caballos la motivación suficiente para esforzarse a levantarse de la cama, arreglarse y salir de casa a una hora determinada. Además, hay que haber ido a comprar un premio (manzana, zanahoria) para darle las gracias al caballo al final de la sesión. Afrontar los problemas desde arriba de un caballo, respirando aire puro y rodeado de un paisaje verde es menos grave. Se trabaja la baja autoestima y los pensamientos negativos que acompañan este trastorno. Aumenta el interés por el mundo exterior y por la propia vida.

Crecimiento personal

Relacionándonos con caballos podemos aprender mucho sobre nosotros mismos: cómo gestionamos las emociones, qué comunicamos no verbalmente, cómo toleramos la frustración cuando las cosas no salen cómo habíamos planeado, cómo poner y respetar límites, buscar soluciones creativas, potenciar la sensibilidad y la paciencia, tomar conciencia de nuestro cuerpo y aprender ser asertivos, por poner algunos ejemplos.


Ansiedad y estrés

Se ha demostrado científicamente que acariciar un animal notando la suavidad de su pelo y el calor que desprende disminuye el ritmo cardíaco y tranquiliza. Una vez familiarizados con los caballos, montar a pelo (sin silla, directamente sobre el lomo) y dejarte mover por el balanceo que produce cuando va al paso puede ser una de las sensaciones más gratificantes y relajantes que existan. Las tensiones emocionales se reflejan en tensiones físicas. Si somos conscientes de ello y aprendemos a relajar las partes del cuerpo que tenemos tensas con la ayuda de la respiración controlaremos mejor nuestro nivel de estrés.

Miedo a los caballos

El miedo muchas veces va ligado al desconocimiento y la mejor manera para afrontarlo es aprender cómo vive, piensa y siente un caballo. Y sobre todo entender qué nos dice con su cuerpo y también cuál es la mejor manera de relacionarnos con él. Para empezar, hay que pensar que es un animal herbívoro que nos ve a nosotros como a un depredador y que su instinto es de huida y no de ataque. Así sus reacciones no nos cogerán por sorpresa y poco a poco iremos conociendo mejor a este noble animal y estableceremos una relación de confianza mutua con él. Empezaremos siempre observando a lo lejos, interpretando su comunicación no verbal. Poco a poco empezaremos a interactuar con él, primero con ponis para que el tamaño no sea un impedimento, siempre pie a tierra y sin forzar situaciones. Y a medida que avancen las sesiones y casi sin darnos cuenta, nuestros miedos irán haciéndose pequeños hasta desaparecer e incluso dar lugar al deseo de montarnos encima de él.